Hoy me he acordado de una mujer que conocí hace algunos años por estas fechas.
Yo trabajaba en una de las salas de exposiciones de Madrid y ella estaba visitando la ciudad.
Me contó que venía de Brasil, que tenía setenta años y que habían pasado cincuenta años desde aquella primera vez que se dijo “yo voy a dar la vuelta al mundo”.
Después conoció a su marido muy joven y tuvieron hijos y los criaron y su marido falleció, y que cuando había tirado la toalla, cuando no pensaba que su sueño pudiera cumplirse, sus nietos le propusieron dar la vuelta al mundo para celebrar su setenta aniversario.
Esa señora, que no me conocía de nada, entre lágrimas me cogió de las manos y me dijo que si soñaba con algo y ello era para mí, aparecería.
Que su vida, aún sin ese viaje que en ese momento estaba realizando, había sido un regalo de principio a fin.
Me acuerdo mucho de esa mujer con la que compartí quince minutos de mi vida.
Sobre todo cuando las fuerzas flojean y me veo en mitad de un camino al que no le veo el final.
A mi yo del futuro (y a toda persona a la que le pueda interesar):
Has estado en medio de caminos figurados y literales de los que has estado a punto de darte la vuelta muchas veces, y seguir caminando ha traído siempre una recompensa, aunque no fuese la que deseabas.
Si estás en mitad de algo y no le encuentras sentido, ¡entrégate al proceso!
No todos los caminos son breves o instantáneos, algunos de ellos tienen incluso infinitas bifurcaciones.
Te encanta caminar, los caminos desiertos y disfrutar del paisaje y/o la compañía.
Además, dicen que hay caminos que, con suerte, pueden durar hasta cincuenta años.
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