Si supieras que en este momento hay alguien haciéndote una foto, ¿cambiarías tu postura? ¿Te pondrías en estado de alerta? ¿Qué harías?
Vamos a suponer que mientras me lees alguien, quien sea que está contigo, ha considerado que lo que estaba mirando era digno de ser capturado.
¿Cuál crees que sería tu respuesta?
Recuerdo mirar esta foto y pensar “menuda mierda, ¿qué me pasa en la mano?, ¿qué pretendo hacer con el pie que no tengo en el suelo? y, ¿por qué me ha sacado de cuerpo entero? “
Ahora voy a intentar ponerme en situación.
Recuerdo esta foto (excepcionalmente no hecha por mi), mi amiga y yo estábamos de vacaciones en Oporto.
Recuerdo estar observando a la gente hacerse fotos, cargados con palos de selfie y de sonrisas estudiadas, buscando el ángulo perfecto para hacerle justicia a la luz del atardecer.
Pienso en qué pudo llevarle a disparar y creo puedo entenderlo todo.
Vacaciones, unas bonitas vistas, la luz del atardecer, y yo en unas de mis salsas, observando. Observando entre fascinada y horrorizada. Siempre huyendo de las aglomeraciones, buscando un espacio, mi espacio.
Esta foto cuenta mucho de mí.
Creo que si hubiese sido consciente de la captura de ese momento me hubiese puesto rígida, habría mirado hacia otro lado, o le habría lanzado una mirada amenazadora, así era yo.
Aunque yo llegase a odiar esta foto nadie va a mirarme como lo hacía Pau.
Cada mirada es única.
Y esas miradas también hablan de nosotras y nosotros.