Esta semana he encontrado por casa estas copias en papel del proyecto que hice cuando iba a la escuela de fotografía.
Al proyecto lo llamé Ingrá(vida).
Y hablaba de mi, de no poder soportar en peso, de querer desprenderse de patrones, de despertar; hablaba de la belleza, de lo cotidiano, de aceptar; hablaba del dolor y la esperanza; hablaba de mostrase y del miedo a ser vista.
Desde muy pequeña siempre me he sentido muy distinta, avergonzada, insegura, con un fuerte deseo de pasar desapercibida y, a veces, incluso de desaparecer.
En el colegio sufrí maltrato psicológico (alguno físico también) por parte de compañeros y profesores. Los motivos: tener sobrepeso, ser “mala estudiante” y llevar gafas.
Crecí creyendo que si “arreglaba” mi cuerpo terminarían todos mis problemas.
Fui al médico, cambié hábitos, mi cuerpo también cambió pero yo seguí sintiéndome igual de mal, si no peor.
Siendo muy joven, demasiado, viví las consecuencias que bulimia y anorexia traen a una vida a través de la que durante años fue mi mejor amiga.
Pasó el tiempo, las autocríticas, también las historias de vida de la gente que me rodeaba y la supervivencia.
Hasta que Ingrá(vida) apareció.
Muchas cosas pasaron en esa época, y mi vida cambió de rumbo para siempre.
La supervivencia dio paso a la acción (muchas veces inconsciente)
Empecé a poner mucho esfuerzo en conocerme, en buscar respuestas, en aprender a amarme, a respetarme, en escuchar mi voz interior, en descubrir que no hay nada malo en mi, en descubrir mi belleza y mi fuerza, en desaprender, en descubrir mis límites y lo que es la baja estima.
He llorado, pataleado, tirado y recogido la toalla muchas veces, muchas.
Hoy sigo descubriendo los límites de mi cuerpo y de mis emociones.
Aprendo cada día observando y escuchando a las maravillosas personas que forman parte de mi vida.
Sé que el techo está siempre unos metros más arriba de dónde yo quiero ponerlo.
Sé que de la forma en la que trabajo haciendo fotografías y observando la imagen es una herramienta maravillosa para el autoconocimiento y el reconocimiento.
Sé que nadie nos ha enseñado a mirarnos bonito, pero he aprendido a cómo educar y reeducar esas miradas.
Sé que hay que dejar de buscar, porque lo deseamos aparece si aprendemos a mirar.
Lo sé, lo pongo en práctica a diario.
También sé que esta aventura comenzó hablando sobre el cuerpo, lo que no sé es dónde va a terminar.
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